Luis Santiago y muchos más
Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
La noticia de la muerte del niño de 11 meses, Luis Santiago, nos conmovió hasta lo más profundo de nuestros sentimientos humanos y cristianos y ¡qué tal si no! Sólo esa falta de reacción sería peor que la misma orden de desaparecer al niño, dada por su propio padre y ejecutada cruelmente por 500.000 pesos colombianos. Sí, esta muerte de un ser humano inocente, de un niño, conmovió al país y despertó un verdadero y noble sentimiento de rechazo y, al mismo tiempo, de solidaridad para muchos. De verdadera compasión, quizás no para tantos. Atentado contra la Nación la llamó el Presidente de la República; crimen contra la humanidad la denominaron muchos periodistas y muchos conciudadanos, y son justos calificativos a tan abominable actuación.
Pero, ¡qué volubles son los sentimientos y los conceptos de los hombres, incluyendo los de aquellos que consideramos “cultos” y que orientan la opinión pública o determinan las leyes que nos rigen! Esos centenares o miles de personas que condenaban el cruel episodio, son las mismas que con ardentía defienden y aprueban que se imponga legalmente el aborto y que, además, consideran que es señal de “civilización” permitir el asesinato de niños aún no nacidos, porque su llegada fue no deseada o fue inoportuna, porque ponen en peligro el bienestar de la madre, o porque padecen anomalías, etc.
Dirán: es por las circunstancias que rodean el asesinato de Luis Santiago. Las circunstancias de esta muerte no son muy diferentes de las vividas en los casos de aborto voluntario. Veamos: en ambos casos la víctima es un ser de la especie humana, inocente e indefenso, cuyo padre o, más cruel aún, cuya madre, o ambos, deciden consciente y fríamente que hay que “desaparecerlo”, es decir, hay que quitarle la vida; en ambos casos se paga al verdugo o sicario para que ejecute limpiamente la muerte de la criatura -y pagan menos que al verdugo de Luis Santiago, al ejecutor del aborto-. Lo único diferente, pero que no atenúa la responsabilidad ética, es que la madre no conoce aún el rostro del niño, pero sabe con certeza que es su hijo y que vive en su propio vientre, donde debería encontrar condiciones de vida y no sentencias de muerte.
Otra diferencia: en el asesinato de Luis Santiago hubo oportunidad para que los medios de comunicación ostentaran su capacidad de informar en directo, de proclamar su repudio a un acto tan atroz y repugnante, hubo oportunidad de expresar sentimientos de solidaridad, de mostrar pancartas, etc. En los casos de aborto voluntario, se ostenta el “espíritu de progreso” -¿es progreso asesinar seres humanos inocentes?-, la inadecuada tolerancia con actos inhumanos en nombre de una sociedad pluralista.
A guisa de conclusión: Asesinar niños, seres humanos, es tan grave éticamente, si se lleva a cabo a los 11 meses de nacido como ocurrió con Luis Santiago, como a las 11 semanas o a cualquier otra edad de gestación del aún no nacido, como ocurre en los abortos voluntarios.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-
http://www.periodicoelpulso.com/html/0811nov/opinion/opinion.htm