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La medicina en la encrucijada

viernes, 7 de mayo de 2010

La medicina en la encrucijada
Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co

¿Por qué la medicina está en la encrucijada? ¿Se puede afirmar que la medicina como disciplina académica está en “situación difícil”?
La malhadada Ley 100 no sólo ha causado graves perjuicios a los enfermos y a los médicos como profesionales honestos, sino también a la formación de los futuros médicos y por consiguiente a quienes sean sus pacientes, perjuicios denunciados en múltiples oportunidades, pero ante los cuales la comunidad en general y nuestros legisladores, permanecen indiferentes. Recientemente se anunció a bombo y platillos una reforma en la cual, el Ministro de la Protección (¿?) Social insistía, sin entrar en muchos detalles, en que se mejoraría “la calidad” de la atención médica y se aumentaría la “cobertura en salud”. Sin conocer el texto completo de dicha reforma a la Ley 100 no es honesto aventurar críticas, pero sí me atrevo a afirmar que no mejoró para nada la triste situación de los colombianos que gracias a esta Ley nos convertimos en objetos de mercadeo, pues se negocia con nuestra existencia y dignidad -económicamente jugoso negocio- mediante el comercio de la salud, como si ésta, la salud, fuera algo independiente de la vida misma de los pacientes.
Pero, ¿por qué la medicina en la encrucijada? La medicina siempre se ha enseñado en forma personal y explicando las condiciones clínico-patológicas del paciente, pues la experiencia del profesor o maestro es más valiosa que las descripciones de los textos, por completas y bien fundamentadas que sean. Y esta modalidad insustituible se debe a que, como lo enseña Laín Entralgo, “no hay enfermedades sino enfermos”, o mejor aún, “hay enfermedades en enfermos”, pues cada ser humano enferma de manera diferente. Con la atención médica mercantilista que impuso la Ley 100, la enseñanza en la cabecera del paciente no es posible, porque se resiente el recaudo económico por “capitación”, pues dicha enseñanza implica mayores gastos que no pueden ser facturados. Muchos dirán que afortunadamente los pacientes que servían para la docencia se han liberado de dicha situación. Si la enseñanza se hace con el respeto que exige la ética, el êthos de la medicina, no hay ofensa de ninguna clase, aunque sí puede haber molestias en algunos casos, pero en el fondo lo que se pide es la cuota de solidaridad que, como en muchos otros campos, debemos y tenemos que ofrecer o al menos aceptar, por ser seres sociales.
Esta mengua de la enseñanza de la medicina, la deficiente preparación académica de los futuros médicos, ha sido denunciada por personalidades de reconocido prestigio profesional y por entidades con autoridad suficiente para ser escuchadas. Así, el Profesor José Félix Patiño Restrepo afirma categóricamente: «Dentro del esquema de prestación de servicios de salud mencionado, la Universidad se ha convertido en un socio incómodo para las instituciones de salud, dada la hipótesis según la cual su presencia incrementa los costos de la prestación de los servicios clínicos, lo cual no se puede afirmar de manera absoluta, ya que no se ha comprobado que sea así. Ante esta situación, los profesores vinculados como funcionarios de los hospitales, que hacían docencia mientras prestaban sus servicios, empiezan a verse obligados a rendir en sus actividades para lograr hacer eficientes los servicios; la docencia pasa a un segundo lugar, y la satisfacción por la labor docente se vulnera sustancialmente. La normatividad sobre contratación y las condiciones de la misma, han conducido en muchos casos a que los docentes privilegien la práctica asistencial. Por otra parte, los hospitales decidieron que el término “Universitario” ya no era digno y se convirtieron, los de la red pública, en Empresas Sociales del Estado». En el mismo sentido se pronuncia Ascofame (Asociación Colombiana de Facultades de Medicina): «Tradicionalmente, la forma de enseñar medicina ha estado estrechamente vinculada a la prestación de servicios de salud en los hospitales y clínicas. Para estas instituciones constituyó durante años motivo de orgullo ser consideradas como Hospital Universitario, término que ante la comunidad tenía connotaciones de calidad, y caridad en el mejor sentido de la palabra». En esta forma la Ley 100, a pesar de sus reformas y de sus no siempre comprobados beneficios, influye en demérito de la óptima formación profesional, académica, de los futuros médicos y del progreso del conocimiento de la medicina como ciencia, como disciplina.
Sin la debida enseñanza, sin la debida experiencia en la enfermedad que expresa cada paciente como persona, ¿qué será de la atención médica en un futuro cercano? ¿Volveremos a la época de la medicina empírica en la cual cada quien practicaba, sin preparación académica adecuada y vigilada, su arte, carente de ciencia? ¿Cuándo tomarán conciencia de esto el pueblo colombiano y sus legisladores?.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-

http://www.periodicoelpulso.com/html/07ene01/opinion/opinion.htm

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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