Buscar

¿Hacia delante o hacia atrás?

sábado, 8 de mayo de 2010

¿Hacia delante o hacia atrás?

Carlos Alberto Gómez Fajardo - cgomezfaj@geo.net.co

Con claridad, para quien tenga los sentidos dispuestos a percibir esta simple realidad, se ha hecho oportunamente la advertencia: “Que los avances científicos no sean un pavoroso retroceso en el campo del hombre”.
Es infortunado tener que dejar la constancia de que en efecto, tal retroceso está teniendo lugar en un mundo cuya intención de globalización pareciera limitarse estrictamente al logro de determinadas metas en lo que atañe a satisfacción de criterios de “bienestar” colectivo y personal. Es incómodo, cuando no costoso e inoportuno, el enfermo que supone unos cuidados a largo plazo por parte de unos individuos, familias y conglomerados sociales cada vez más comprometidos en la egoísta cuota de cumplimiento de objetivos que se logran por medio del uso de la tarjeta de crédito.
Esto es lo que está sucediendo con el diagnóstico prenatal de las malformaciones congénitas. En el Reino Unido, por medio de la imposición oficial de políticas de “screening” masivo a las mujeres en embarazo, se están sometiendo a abortos (“interrupción del embarazo” es el obvio eufemismo) a las gestantes, ante la sospecha de llevar en su seno niños con síndrome de Down o con alteración bioquímica o ecográfica sugestiva de defecto abierto del tubo neural, como meningocele o mielomeningocele. Igual es la situación en California y en Hawai, en donde algunos salubristas comienzan a manifestar parte de victoria por lograr reducir a cero ciertas tasas de mortalidad infantil. No faltan las autoridades locales, asiduas visitantes de la máquina fotocopiadora, que resultan con la “novedosa” idea de que es urgente aplicar entre nosotros igual conducta. Preguntemos esto -mero ejercicio lógico- a cualquiera (no todos por fortuna) de los técnicos en ecografía obstétrica que despiden de su escenario a la paciente dándole una misteriosa cifra de unos determinados milímetros de “sonoluscencia nucal”: ¿Con qué finalidad proporcionan esta información a la paciente? ¿Qué beneficios se derivan de allí? ¿Qué intención y cuál finalidad conducen a que con tanta insistencia se le plantee a la gestante sometida a este examen el énfasis en un detalle del mismo -por el cual ella en buena parte de los casos- ni siquiera ha preguntado? Casi siempre en sus respuestas se esboza un: “... es que tienen derecho”, “... es que ellas decidirán”. Eso sí, no suelen responder a la pregunta original: ¿Cuál es el Bien que se hace con ello?
Las referencias de la literatura especializada son de una frialdad similar a la alcanzada por los planificadores de políticas de eugenesia y exterminio de ciertas épocas no muy lejanas. Se conocen los estudios epidemiológicos. Viene aquí de nuevo la “medicina basada en evidencias” (MBE) que no es sino una medicina basada en costos, abuso absurdo de la manipulación terminológica derivada de una comprensión errónea del término “calidad de vida”. Curiosamente, esa metodología suele ser aceptada casi universalmente, como axioma. Otra paradoja, puesto que toda autoridad suele ponerse en tela de juicio, incluso descalificarse, de modo harto sospechoso, por el simple hecho de ponerse a favor de ideas tan obvias como defender la dignidad de la vida humana, en especial la de aquel enfermo que se encuentra en condiciones de silencio, de indefensión y de inferioridad. Pero se acepta sin mayor discernimiento el absurdo de una moda en los procesos de decisiones médicos. La MBE es una moda, es una conducta, un modo de ver, de características endémicas, propio de los últimos veinte años, aceptado irracionalmente por individuos que creen practicar una actividad racional, como si esta no tuviese puntos débiles en su dinámica intrínseca. Son los manes de la era del vacío de Lipovetsky: impera la ética del relativismo “light”, el narcicismo lleno de fatuidad y de meteorismo moral. Da lo mismo ser aficionado al yoga que a los aeróbicos, a los vinos que al vegetarianismo activista, a la “reingeniería” que a la teoría X, Y o Z. Todo es igualmente “respetable”, hasta la inconsistencia y el absurdo.
Para comprobarlo, basta que el lector dé una mirada a los títulos que aparecen regularmente en los índices de contenido de las principales publicaciones de una especialidad como la ginecología y obstetricia. Sirven como ejemplo estas: Fertility and Sterility; American Journal of Obstetrics and Gynecology; Obstetrics and Gynecology. Allí aparecen copiosamente referencias disfrazadas con un tenebroso manto de neutralidad ética: feticidios selectivos, diagnóstico en blastómeras, tecnologías de PCR y FISH en embriones preimplantatorios para seleccionarlos, reducciones fetales, terminaciones médicas del embarazo por medios farmacológicos. El eufemismo como sistema hace su aparición desde las primeras páginas, como si con la repetición del equívoco se fuera logrando una desensibilización ética del lector, y por lo tanto, de la sociedad sobre la cual este lector incide con sus creencias y con sus actuaciones.
Una errónea definición de hombre: “Homo económicus”, es el sustrato de esta aberración. Por eso es el enfermo un indeseable ante el cual el tecnólogo operario de diversas especialidades de la medicina se convierte simplemente en un francotirador cuya tarea es la identificación de la víctima. Francotirador que además ha renunciado a su compromiso humano e hipocrático de respetar la vida de los débiles para convertirse en el ejecutor de los deseos de unos clientes, o usuarios, quienes, cuando exigen el aborto como una “medida terapéutica” (lógicamente, no lo es), están manchando sus manos con la sangre de sus propios hijos.
Hay que persistir en la tarea de dejar la constancia de que esto está ocurriendo con la medicina contemporánea. Es una realidad fáctica, pertenece al mundo de los hechos, no de las opiniones. Dejamos la constancia. Aunque resulte incómodo. Aunque saltemos bruscamente la barrera de los buenos modales en la política. También nuestra tarea, como miembros de una especie que aún es capaz de preguntarse por su destino y por sus fines, es continuar haciéndolo, aunque parezca inoportuno a quienes sólo desean cumplir estrictamente con las tareas numéricas que otros le han asignado y de las cuales obtienen lucro económico.
No nos queda duda de que la tolerancia ilimitada, es simplemente un modo de dimitir.



http://www.periodicoelpulso.com/html/ene04/opinion/opinion.htm

Nota

Este es un espacio para compartir información, la mayoria de los materiales no son de mi autoria, se sugiere por tanto citar la fuente original. Gracias

Perfil

Mi foto
Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

contador gratis