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Decisión horripilante frente al aborto

viernes, 7 de mayo de 2010

Decisión horripilante frente al aborto

Ramón Córdoba Palacio, MD elpulso@elhospital.org.co

No pasaría de ridícula, si no fuera por las horrendas consecuencias que puede traer, la respuesta de la Academia Nacional de Medicina a la Corte Constitucional, según comunicación del 17 de febrero de 2006. Y es ridícula porque no cabe en ninguna mente humana, y con mayor razón si tiene formación médica, que un grupo de doctores recomiende como solución a un problema de “salud pública”, eliminar seres humanos.
Veintinueve doctores, 29 académicos, ignorando el êthos de la acción médica, la inspiración que desde tiempos inmemoriales ha orientado el quehacer del médico, decide que ante un problema de salud pública -el “aborto inseguro” como lo denominan- la solución es matar seres humanos, personas humanas que en nada participaron en la situación que vive la madre. Y con cinismo hablan del “manejo ético de la mujer gestante” como si el término “mujer gestante” no implicara el cuidado del ser que crece en sus entrañas. La ética que inspiró al primer hombre que realizó frente a la necesidad de su semejante un acto médico fue la ética del “bien”: contribuir al bien de éste, al bien pleno, según su leal saber y entender. Pero ahora que disponemos de mayores recursos científicos y técnicos al servicio de nuestros pacientes, madre e hijo en el caso que nos ocupa, un grupo de doctores -me resisto a llamarlos médicos-, proclaman como solución a un problema de salud pública suprimir la vida de personas, de seres humanos y, además, considerar el valor incondicional de la vida humana por debajo del dinero, de “buena parte de los recursos destinados a la salud”.
Si aceptamos en términos generales los conceptos de estos 29 académicos y los aplicamos a los múltiples problemas de salud pública que azotan a Colombia y a otros países, ¿qué será de los tuberculosos, de los enfermos de sida, de los enfermos de paludismo? La ingente cantidad de dinero y de esfuerzos humanos en la lucha infructuosa contra el paludismo podría encontrar en la solución propuesta por los citados académicos algo efectivo: matar a los palúdicos es más económico, pues al exterminar a los enfermos los mosquitos no tienen forma de difundir el plasmodio que se encuentra en la sangre de aquéllos; la muerte de los tuberculosos bacilíferos suprimirá muchos focos de contagio y el dinero invertido en el tratamiento podrá dedicarse a campañas de higiene, etc. ¿Qué pensar de estas soluciones prácticas pero inhumanas que se aparten del espíritu médico y se acercan, casi se confunden con las aplicadas en la era de los verdugos nazis? También en ese régimen político se pensó que era más económico y tranquilizador matar a los enfermos mentales y, posteriormente, a las personas que no satisfacían las normas de “pureza de la raza” propuesta por el Estado, que se consideró amo de los seres humanos bajo su jurisdicción.
En la mayoría de los pueblos llamados primitivos en los que se practicaban sacrificios humanos, éstos no se realizaban por mano del “sanador”, así fuera al mismo tiempo médico y sacerdote, sino por otro que hoy llamaríamos verdugo. Y es que repugna que quien por vocación -o por “designio de los dioses” en algunos pueblos primitivos- debe realizarse a sí mismo llevando a cabo el sentimiento de ayuda, el bien pleno del paciente, sea el que lo elimina, trastocando así el imperativo de su misión. Y no es cuestión de norma religiosa católica como se argumenta hoy en día, pues entre el siglo V y el siglo IV antes de Cristo ya los asclepíadas griegos se comprometían bajo juramento a no proporcionar a “ninguna mujer pesario abortivo”. Sin embargo, 29 miembros de la Academia Nacional de Medicina pretenden que es labor del médico suprimir la vida de seres humanos en vez de cuidarlos como enseña el êthos de la profesión.
Pero en la respuesta de la Academia Nacional de Medicina a la Corte Constitucional hay un argumento que muestra claramente la pobreza de criterio con la que fue concebida: «Las circunstancias a que se hace mención han sido tenidas en cuenta en las legislaciones de un número grande de países, con el respectivo aval de sus organizaciones sanitarias». Es la aplicación por parte de un grupo de universitarios doctorados del viejo pero sabio refrán que muestra la incapacidad de trazarse criterios propios: «¿Para dónde vas, Vicente? Para donde va la gente».
Por último, y haciendo uso de la libertad de duda, me pregunto si tras esta decisión horripilante no se ocultará el deseo de acrecentar los ingresos económicos personales: se pueden hacer abortos sin ocultarse por temor a la ley y cobrando buen dinero porque ya son “seguros”.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

http://www.periodicoelpulso.com/html/may06/opinion/opinion.htm

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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