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Matar niños, ‘buena práctica médica’ en Holanda

jueves, 13 de agosto de 2009

Matar niños, ‘buena práctica médica’ en Holanda

Dra. Dolores Torrado

La eutanasia, aprobada en el 2002 para adultos que la pidiesen, se aplica hoy a menores de 12 años sin su permiso.

Desde mediados del siglo pasado, en los países más desarrollados del mundo se promociona la eutanasia infantil, con la pretensión de dar muerte al enfermo grave, al niño recién nacido malformado, y se justifica también la eutanasia prenatal; se aduce que se quiere evitar al paciente sufrimientos inútiles y que viva “una vida de mala calidad”, que “no merece ser vivida” y que será causa de grandes dolores para ellos y para sus padres.

Se sostiene la necesidad de la “piedad ante el sufrimiento insoportable”, frente a “la vida sin valor”, frente al “enorme peso” que algunos niños enfermos imponen a la familia y a la sociedad.

La cruda realidad es que se propone la muerte de niños con criterio selectivo.

En determinados centros médicos europeos se realiza la “selección neonatal” (infanticidio que se aplica a ciertos niños malformados o deficientes a los que se les niega alimentación y tratamiento, abandonándolos en sus cunas); se suprimen seres humanos que serán irremediablemente ineficientes en el curso de sus vidas.

La selección social ya se aplica para los recién nacidos malformados (eutanasia eugenésica neonatal). En realidad la mentalidad eugenésica se aplica con el aborto; “si se hubiese diagnosticado o descubierto la enfermedad durante el embarazo probablemente el niño nunca habría nacido” (1).

Algunos autores unen la eutanasia neonatal de niños deficientes al problema demográfico mundial y la aplican como un “programa” para evitar la superpoblación.

Con la eutanasia infantil, al igual que sucede con los adultos, se recorren a nivel popular los siguientes caminos: se pasa de la condena del hecho a la tolerancia, luego a la aceptación y finalmente a la promoción.

Holanda hoy : matar bebés es “buena práctica médica”

En julio de 1992 la Asociación Holandesa de Pediatría difundió que la eutanasia es “parte integral de la buena práctica médica en lo referente a bebés recién nacidos con discapacidad” (2)

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Esta misma Sociedad acepta la eutanasia en recién nacidos con “una calidad de vida” muy pobre, en circunstancias excepcionales y bajo condiciones “muy estrictas”. Para ello siguen los lineamientos de los Dres. Edward Verhagen y Peter Sauer, de la Universidad de Groningen.

Estos autores publicaron en el New England Journal of Medicine un protocolo para realizar eutanasia en lactantes con el consentimiento de los padres (3). De este modo se involucra a la familia para obtener su aceptación.

Según estos autores, los recién nacidos y lactantes no pueden expresar con palabras la intensidad de su dolor; sí lo hacen a través de ciertos comportamientos o actitudes que reflejan el grado de malestar que sufren, como por ejemplo: el aumento de la frecuencia cardiaca, el aumento de la presión arterial o patrones de respiración alterados que demostrarían cuán intolerable es el dolor.

Sabemos que los pediatras y los neonatólogos son conscientes de que se puede administrar a los recién nacidos y lactantes anestesia y sedación de forma segura para calmar el dolor, además de cuidados médicos y de enfermería acordes a cada patología específica. En la actualidad se logra disminuir el sufrimiento de los niños y se otorga apoyo psicológico a los padres frente a un recién nacido gravemente enfermo o malformado.

Eutanasia: primero para adultos que lo pidiesen... luego, incluso sin pedirla

En el 2002 se aprobó en el Parlamento de Holanda una ley que permite a los médicos practicar la eutanasia o colaborar en el suicidio de pacientes mayores de 18 años que la soliciten en forma “explícita, razonada y repetida”.

Luego se autorizó a pacientes de 16 a 17 años que formularan esta petición en forma escrita, con un informe a los padres, pero sin que sea necesario su consentimiento; y en menores entre 12 y 16 años con la aprobación de los padres.

La eutanasia no estaba permitida en menores de 12 años en ningún caso en el mundo. Actualmente en Holanda se puede aplicar a todos los nacidos sin ningún tipo de consentimiento informado por parte del interesado (para el caso de los niños, lactantes y recién nacidos).

Se trata ni más ni menos que del homicidio de una persona que no se puede defender, de un ser humano que no puede manifestar qué es lo que piensa. Se da muerte a los niños como “solución a su sufrimiento”.

La alternativa válida sería acompañar y ayudar en su dolor a estos niños y a sus familiares; sin embargo, se aduce que la eutanasia es más fácil y menos costosa económica y emocionalmente.

Ahora el neonatólogo o el pediatra, junto con los padres, puede decidir eliminar a los niños que considere que no deben vivir. Con este nuevo acuerdo médico-judicial en Holanda se traspasa el límite prohibido aún para la experimentación médica según el Código de Helsinski: se consiente la eutanasia también para los niños de menos de 12 años, incluidos aquellos en edad neonatal, respecto de los cuales “no se puede hablar ciertamente de consentimiento válido” (4).

Se ha demostrado que en la actualidad es cada vez mayor el número de enfermos pediátricos a los que se practica eutanasia sin su consentimiento.

El Dr. Verhagen publicó en Pediatrics la lista de situaciones en las que se puede realizar eutanasia (5). Este protocolo se conoce como “Protocolo de Groningen”. En éste se establece con “extremo rigor, paso a paso, los procedimientos que los médicos deben seguir” para afrontar el problema de “liberar del dolor a los niños” gravemente enfermos, sometiéndoles a la eutanasia (en menores de 12 años).

Establece las siguientes condiciones:

1. El diagnóstico y pronóstico debe ser certero.

2. El sufrimiento debe ser insoportable.

3. Ambos padres deben dar su consentimiento informado.

4. La constatación por parte del médico que atiende al niño y de un segundo facultativo independiente, de que el paciente sufre una enfermedad incurable que le causa un sufrimiento insoportable.

5. La fiscalía general examinará lo más rápidamente posible el caso a fin de que el médico no permanezca mucho tiempo en una situación de inseguridad jurídica.

6. El procedimiento debe ser realizado de acuerdo con los estándares médicos aceptados.

Las dos condiciones que señala el protocolo de Groningen para la valoración de la eutanasia en un recién nacido son: “pronóstico sin esperanza” es decir mala calidad de vida y un “sufrimiento incontrolable” (6).

Los dividen en varias categorías para decidir la finalización de la vida:

    1. Niños sin chance de sobrevivir, que morirían rápidamente luego de nacer a pesar de un cuidado óptimo con los métodos actuales (malformaciones cardíacas o renales, anencéfalos).

    2. Niños con muy pobre pronóstico y que son dependientes del cuidado intensivo. Pueden sobrevivir luego de esta terapia pero las expectativas sobre su futuro son muy graves e inciertas, su futura calidad de vida sería muy pobre. Son los niños con anomalías cerebrales o que cursaron una extrema hipoxemia con lesión cerebral consiguiente.

      3. Niños con mal pronóstico, con expectativas de sufrimiento insoportable. No son dependientes de cuidados intensivos pero tienen muy mala calidad de vida. Es el caso de los niños con espina bífida, hidrocefalia. Éstos son los casos que más se discuten con los padres; cuando ambos padres y médicos están convencidos de que existe un pronóstico extremadamente pobre, concluyen que la muerte sería más humana que continuar la vida.

Llama la atención que con total impunidad ocurran estos homicidios, ya que es reconocido en el mundo “que el médico nunca provocará intencionalmente la muerte de ningún paciente”.

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Esta situación tuvo repercusiones a nivel mundial, con clara aceptación por algunos profesores, en particular por Peter Singer, director del Departamento de Bioética de la Universidad de Princeton, claro defensor de la eutanasia:

“El hecho de pertenecer a la especie homo sapiens no es relevante desde el punto de vista moral. Si hacemos una comparación entre un perro o un cerdo y un niño pequeño con serios defectos, muchas veces vemos que tales seres humanos no tienen capacidades superiores a aquellos.” (7)

Engelhardt aduce que las personas tienen derechos, pero que “no todos los seres humanos son personas, porque no todos tienen la capacidad de razonar”. Los fetos, los bebés, los retrasados mentales profundos son ejemplo de seres humanos que no son personas. Afirma además que “los costos enormes de criar niños con graves desventajas físicas y mentales quitan validez a los usuales deberes de beneficencia hacia una entidad que todavía no es persona en sentido estricto” (8).

Verhagen agrega “la historia reciente muestra cómo la eliminación de personas con discapacidad, en especial retraso mental, era justificada con el pretendido fin de terminar existencias llenas de sufrimiento”.

Sin embargo esta postura abrió el camino para la eliminación deliberada de pacientes sin riesgo vital pero con lesiones irreversibles, fundamentalmente neurológicas, como es el caso de los niños que padecen de encefalopatías crónicas o parálisis cerebral.

Niños usables para trasplantes

En la actualidad se utiliza a niños anencefálicos para trasplantes. En ellos es muy difícil constatar el momento de la muerte del tronco encefálico, por lo cual se opta por compararlos a un animal (“no son personas”) y usarlos como donantes de órganos desde el momento de su nacimiento sin objeciones, teniendo en cuenta su escasa sobrevida y la posibilidad de conservarlos como reserva de órganos, aún cuando no hayan muerto.

En Holanda en 1995, en un 23% de las muertes de recién nacidos y lactantes se usaron fármacos para aliviar el dolor que pudieron acortar la duración de la vida y en 9% se utilizaron fármacos letales en recién nacidos con espina bífida o hipoxia grave en el parto (9).

Esta situación muestra la opinión de un número importante de médicos y refleja además lo que ocurre en la sociedad: cuando una práctica de este tipo está respaldada por la ley, se produce el efecto de plano inclinado que lleva a que un número creciente de personas consideren aceptables prácticas que anteriormente no aprobarían.

Primero se admite la legitimidad de la ley de la eutanasia en adultos conscientes que la hayan solicitado en forma explícita y documentada, luego se aplica a los jóvenes, a los adolescentes con el consentimiento de los padres y finalmente a los niños pequeños y neonatos sin su consentimiento. También se extiende a los adultos considerados incapaces de consentir como los enfermos mentales o en coma persistente o en estado vegetativo.

C. Bellieri, neonatólogo italiano reflexiona: “la eutanasia neonatal no cura el sufrimiento de los neonatos, sería más correcto decir que ayuda a los adultos; pero ¿podemos aceptar la idea de que alguien pueda ser asesinado para satisfacer las necesidades de otro?”

Con el fin de pretender controlar jurídicamente una práctica que se lleva a cabo desde hace años de un modo silencioso en los hospitales holandeses, Verhagen plantea: “Es tiempo de ser honesto. En todo el mundo los doctores finalizan vidas discretamente, en secreto, sin compasión”. ¿Si no tengo opción dejo al niño de lado? ¿O realmente lo ayudo y lo apuro hacia la muerte?”

Tony Sheldon escribe en el British Medical Journal comentando la situación de estos países: ¿Realmente los médicos en Holanda están orgullosos de las barbaridades que hacen? ¿La muerte deliberada es una opción válida? (10).

Se prescinde de la voluntad de la persona que por su edad es incapaz obviamente de expresar una elección propia y se la sustituye con la voluntad de otros -parientes o tutores- y por el juicio del médico, que es el que valora el dolor y el sufrimiento y establece si son tales como para justificar la anticipación de la muerte.

No es el principio de autonomía el que está en juego, sino una decisión “externa” que es impuesta por el adulto consciente y capaz sobre una persona incapaz de valorar y pedir ayuda: se mata intencionadamente en este caso al niño sufriente o moribundo. Es un tipo de libertad de los adultos mal considerada legítima que se ejercita sobre quien no tiene autonomía.

Utilitarismo; más placer, menos dolor, todo vale

Actualmente impera en la cultura occidental una mentalidad utilitarista de maximizar el placer y minimizar el dolor. También en el campo de la medicina se valora el gasto en los tratamientos y la asignación de recursos que siempre son escasos. Esto lleva a considerar prioritarios los programas relativos al incremento de la riqueza y de la productividad respecto a los deberes siempre costosos de aliviar al sufriente y de mantener con vida a enfermos en cuidados paliativos o atenderlos cuando están cercanos a la muerte, sean niños o adultos.

Se deja de lado la solidaridad con los más débiles e indefensos. Es necesario volver a encontrar la dignidad de todo hombre, embrión, feto, niño, adulto o anciano; se debe valorar a la persona, fuente y fin de la vida social.

Los cuidados paliativos abogan por la humanización en el trato con los pacientes moribundos para contrarrestar la eutanasia. Las posibilidades de la medicina han crecido, existen tratamientos que permiten alargar la vida y aplazar la muerte casi sin sufrimientos: siempre hay formas de apoyo y consuelo.

Diez argumentos contra la eutanasia dando ideas

Un ministro italiano compara la eugenesia holandesa con el nazismo

Notas

1) Miranda, G., La otra cara de la eutanasia autorizada (en Holanda): la eugenesia, Zenit, 6-9-2004.

2) Mosso Gómez, La Eutanasia: una visión histórica. Publicación interna de la Universidad Católica de Chile. Instituto de Bioética.

3) Verhagen, E - Sauer, P., The Groningen Protocol-Euthanasia in Severely ill newborns, New England Journal of Medicine 352;10: 959-962.

4) Sgreccia, E., La eutanasia en Holanda: ¡también para los niños!, Medicina e Morale 2004/5: 895-901.

5) Verhagen, E., Sauer, P., End of life decisions in newborns. An approach from the Netherlands. Pediatrics 116 (2005): 736-739.

6) Moreno, J.M., Galiano, M.J., La eutanasia de niños en Holanda:¿el final de un plano inclinado?, Cuadernos de Bioética. XVI, 2005, No 3: 345-356.

7) Singer, P., Santity of life or quality of life?, Pediatrics, 1983; 73:128.

8) Engelhardt, T., Los fundamentos de la Bioética, Ed. Paidos, Barcelona, 1995: 155, 165, 257.

9) Van der Heide, A., van der Maas, P. et al., Medical end of life decisions made for neonates and infants in the Nertherlands, Lancet 350; 1997: 251-255.

10) Sheldon, T., Killing or caring?, British Medical Journal, Vol. 330, 2005: 560.

Publicado en www.feyrazon.org

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=6648, febrero 27 de 2008

Nota

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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