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¿Diagnóstico o sentencia?

sábado, 1 de agosto de 2009

¿Diagnóstico o sentencia?

CARLOS ALBERTO GOMEZ FAJARDO
El reciente activismo político de la “ideología de género” se ha propuesto por diversas estrategias imponer el aborto como si se tratase de un “logro” democrático.
Sus agresivas y hábiles campañas publicitarias incluyen la difusión de opiniones de personalidades de alto nivel de penetración en el confuso mundo de los medios masivos de comunicación. Acuden a funcionarios de alto rango y a otras personalidades de máxima notoriedad a quienes se han ganado para su causa. Entre las estrategias de la ideología abortista se destaca la deliberada y equívoca manipulación de conceptos, cifras e indicadores estadísticos. Algunos estudiosos han puesto claramente en evidencia, con valientes y documentados aportes críticos, aquellas sinuosas estrategias. Tales son las verdades expuestas de forma clara y simple por unos cuantos columnistas, como Rafael Nieto Loaiza (El Tiempo: “Verdades ocultas sobre el aborto”) y Ramón Córdoba Palacio (El Pulso: “La despenalización del aborto”). Ocurre que quienes pretenden difundir la ideología abortista acuden también a antiguos recursos y sofismas que buscan exacerbar el ánimo: uno de ellos suele ser la presentación de casos médicos extremos y dolorosos, situaciones clínicas de la máxima complejidad. Caen como anillo al dedo en terrenos de emotividad, y por supuesto, de extendida ignorancia y desconocimiento de las implicaciones médicas correspondientes. Así sucede con facilidad que se escuchan conceptos “médicos” en boca de quienes manifiestan con su vehemencia y superficial entusiasmo, el profundo desconocimiento de la materia sobre la cual pontifican. Esta clase de manipulación incluye la intencionalidad particularmente perversa de intentar cambiar el sentido de la medicina, procurando convertirla en instrumento de muerte selectiva y eugenésica, por razones de “piedad” o de “solidaridad”. Tal es el caso de la equívoca propuesta de la “terminación del embarazo” ante la circunstancia del diagnóstico prenatal de determinadas condiciones patológicas fetales. Esta absurda denominación - “terminación”- en realidad es un eufemismo para una de las formas más crueles de eugenesia: la eliminación de los enfermos reducidos a la condición de indeseables por parte de unos toscos técnicos sometidos al servicio de ideales de terceras personas. Ahora los indeseados son aquellos desafortunados fetos a quienes se les hace un diagnóstico genético o ecográfico de determinadas condiciones: los casos típicos son los del mongolismo y los defectos anatómicos del cierre del tubo neural. Quienes desean y pretenden cambiar el sentido humano de la profesión médica usan la misma metodología de razonamiento aplicada por los nazis. Se debe recordar que las leyes eugenésicas fueron impuestas por aquel régimen desde sus inicios en la década de los 30. Allí comenzaron las esterilizaciones de los enfermos mentales, más adelante, la “pendiente resbaladiza” se convertiría en la formidable máquina masiva de deshumanización y muerte conocida por la historia. Es el costo de la pérdida del horizonte antropológico de una sociedad que rinde culto a la utilidad y el costo-beneficio. Es pertinente recordar oportunamente la historia de la medicina del siglo XX. Esta es la dolorosa génesis de documentos internacionales tan importantes como el código de Nuremberg, cuyos principios basados en el respeto a la dignidad de la vida humana han sido refrendados en diversos escenarios internacionales desde su promulgación, en 1947. ¿Que es lo que le sucede a una sociedad que imagina que son ideales “democráticos” los que inspiran a los instigadores, ideólogos y publicistas de las ideas eugenesicas? Se requiere gran discernimiento y prudencia para la asimilación de lo que proponen algunos medios comprometidos con visiones “ligth” de la realidad. Ayuda recordar al gran genetista Jérôme Lejeune, quien dedicó sus colosales esfuerzos científicos y humanos a la promoción, defensa y respeto de los niños con síndrome de Down y otras enfermedades genéticas. Decía el médico francés: “Entonces, ¿qué nos queda?: Nos queda la sabiduría misma. Si los especialistas la desprecian, entonces acabaremos en una temible biología desnaturalizada. Pero si los médicos no la pierden, la tecnología más sofisticada estará honestamente al servicio de la comunidad humana. Sabiduría que resume una sola frase, el argumento que juzga todo: ´Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis´”. A la luz de la razón, algo anda mal con quienes pretenden que el diagnóstico prenatal se convierta en sentencia de muerte anticipada, y al mismo tiempo aleguen –macabra paradoja- que son demócratas. Hay que hacer un esfuerzo por formar una opinión pública seria que evalúe y pese prudentemente los datos que se proporcionan en la discusión de los temas más delicados. Es posible la democracia si se respeta la dignidad de la vida humana. Pero, hay que manifestarlo de modo enérgico, el respeto de la vida de todos, especialmente de quienes más necesitan la solidaridad del estado y de los otros ciudadanos: los enfermos, los débiles y los inocentes. En este tema del respeto es un imperativo. Comienza, naturalmente, por el respeto más fundamental de todos: el de la vida, pues para ejercer cualquier derecho, es necesario vivir.

http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idcuerpo=1&dscuerpo=Sección%20A&idseccion=3&dsseccion=Opinión&idnoticia=2216&imagen=&vl=1&r=buscador.php&idedicion=60

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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