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SOBERANIA Vs. BIOPOLÍTICA

sábado, 11 de julio de 2009

SOBERANIA Vs. BIOPOLÍTICA

Por: Beatriz Eugenia Campillo Vélez*

Publicado en: Revista Universitas volumen IX – Ciencias Sociales. Universidad Pontificia Bolivariana. 2007

Soberanía y Biopolítica, son dos conceptos que hoy se enfrentan en el marco de un mundo globalizado; el primero ya tradicional, conocido y debatido, mientras que el otro, aunque no es un fenómeno nuevo en sentido estricto, apenas comienza a ser estudiado por la academia.

Ambos se encuentran íntimamente relacionados en cuanto a que persiguen el control de algo, sin embargo, se diferencian en varios puntos, comenzando por quien dirige, su objetivo, hasta su mismo receptor. Diferencias que en más de una ocasión los hará chocar e incluso pondrá en aprietos al sistema y en riesgo a los mismos individuos. Por tal razón nos proponemos reflexionar sobre estos aspectos, pero muy especialmente en torno a la pregunta: ¿es posible hablar de soberanía en el sentido clásico, existiendo la biopolítica? Sin duda, el escenario que se plantea es emocionante para el estudioso de la política, pues frente a todas estas situaciones de cambio que se viven el gran sujeto en cuestión es el Estado, la magna creación humana en materia de relaciones de poder.

Pero antes de adentrarnos en el tema, es conveniente precisar estos dos términos, así pues, entenderemos por Soberanía aquel "poder absoluto y perpetuo de una República(1) " que denota autonomía, el cual es, además, considerado como un elemento constitutivo del Estado; Y por biopolítica, una rama del biopoder, la cual intenta hacer un control de la vida de los individuos y en general de la sociedad, utilizando cualquier mecanismo; porque como bien lo expresa Foucault, "la vida se ha convertido ahora [...] en un objeto de poder (2) ".

En este ensayo partiremos de dos premisas básicas, que servirán de marco para abordar la problemática que planteamos. La primera, recoge las ideas aportadas por Bodin y en general por la teoría liberal clásica de Hobbes y Locke, donde el Estado debe ser soberano para garantizar por medio de la seguridad los derechos fundamentales de sus asociados, siendo el primero de ellos la vida. La segunda, es entender que si bien el hombre ha desarrollado instituciones muy poderosas, pensadas en principio como absolutas y eternas, también estas pueden evolucionar o incluso desaparecer al versen afectadas por otros mecanismos de poder que él mismo haya creado.

Teniendo esto claro, podemos citar una primera tesis que se convierte en el centro de debate, afirmando que la biopolítica ataca directamente la soberanía y, por tanto, afecta una de las columnas principales que sostienen la estructura del Estado. De este planteamiento se desprende más de una idea que es importante examinar con cuidado, para comprender los alcances del enunciado y las posiciones que surgirán de él. A continuación intentaremos exponer algunos aspectos que enriquecen el análisis, pero no lo agotan, ni tienen tal propósito.

Retomando la idea liberal del Estado moderno, la explicación del por qué surge la institución, está ligada al temor que el individuo siente por sus congéneres, la necesidad de protección y, ante todo, que existan límites que nos protejan de que otro en ejercicio de sus derechos llegue a vulnerar los míos. En general, es el miedo a que alguien nos someta y no tengamos forma de defendernos. Recordemos que incluso Hobbes, que parece tan radical en su teoría y la doctrina lo pone como el padre del Estado autoritario, incluso considera que si el Leviatán va en contra de las funciones que se le otorgaron, el pueblo puede levantarse y “matar” al dios mortal (3) . En síntesis, al Estado se le dieron unos poderes y unas funciones específicas, además, se le confirió el carácter de soberano, precisamente para que pudiera cumplirlas, pero se dejó un espacio que permite hacerle un control para que no se extralimite llegando a atropellar al individuo.

Sin embargo, mantener este discurso que se queda en el deber ser es difícil. Las formas de ejercer el poder han variado y estamos asistiendo a una ruptura de la tradición (4) , que algunos llamarán post-modernidad. Por tal motivo las Ciencias Políticas, están llamadas a hacer un verdadero diagnóstico de cuál es la realidad que vivimos y despertar del romanticismo, para enfrentar los retos que el siglo XXI le propone. Pero será imposible si seguimos pensando que todo es producto de la ciencia ficción o de personas que inventan problemas donde no los hay.

Ante todo, es necesario ubicarnos y entender que hablar de soberanía en medio de la globalización ya es un problema, pero todo se vuelve mas complejo cuando la ciencia y la tecnología, desde el control a la vida en cualquiera de sus manifestaciones, comienzan a ser los mejores aliados del poder, las fronteras realmente desaparecen, no se respeta al Estado que no cuenta con dichos avances, y quien los tiene se siente dueño del mundo.

Cabe anotar que, aparentemente, soberanía y biopolítica han coexistido sin mayor problema en todo el mundo, imponiéndose la primera a la segunda, pero esto es solo la fachada que se nos muestra, ya que no es conveniente que se conozca un nuevo discurso, es mas fácil adormecernos con teorías ya no aplicadas, mientras que el poder actúa. Es lógico que esta “buena” relación donde la biopolítica es un medio de ejercer abusivamente la Soberanía, sólo la presentan países del primer mundo, que tienen acceso a la tecnología de última generación.

La tecnología satelital (5) , los descubrimientos del mapa genético y la manipulación del mismo, los bancos de datos (que incluyen información de ADN), entre otros, logran borrar todo límite territorial, acabando con todo concepto de privacidad para, finalmente tener controlada la población.

Prácticamente, es imposible escapar a la lente del biopoder, donde nos analizan a todos, casi como ratones de laboratorio. Mutatis mutandis se da el velo de la ignorancia del que hablaba Rawls, ya que nos mantienen en una situación en la cual desconocemos cuánto poder tiene el otro sobre mí, viéndose vulnerada la supuesta idea de “igualdad” que nos brindaba el Estado bajo la idea de soberanía.

A este panorama se suma el terrorismo, fenómeno que ha cobrado mayor fuerza en las últimas décadas. Aquí viene a jugar un papel importantísimo, pues es el que recrea el escenario originando un ambiente de pánico colectivo, haciendo que la gente reclame mayor protección y acepte más intervención, sin importar que tanto se vulneren sus derechos, todo en nombre de la seguridad. Muchos incluso utilizan y crean estas situaciones para ingresar a esa esfera privada y así controlar todo espacio de libertad, que antes estaba reservada al individuo.

Aquí diríamos que el Estado entra a ser más controlador, pero recordemos, no siempre es él quien actúa porque solo unos pocos pueden acceder a la ciencia y la tecnología de última generación. La estrategia es demostrar la debilidad del otro y así justificar la “ayuda” que las potencias ofrecen para ir violentando la soberanía. Frente a estas situaciones, no se puede ser ingenuo, las relaciones de poder se mueven por intereses y estrategias; tampoco hay que perder de vista que en política nadie es neutral; por tanto, la idea es crear un ambiente de confianza y cierto paternalismo, que legitime actuaciones y evite cuestionamientos.

A pesar de los graves problemas que se perciben, es necesario llamar la atención sobre la pasividad que nuestros pueblos están teniendo, bien sea porque desconocen lo que está ocurriendo o, porque conociéndolo, se quedan en la etapa de asombro y no analizan los alcances de los supuestos “avances”, que tal vez seria mejor llamar novedades, puesto que no todos representan algo benéfico para la humanidad.

Por último, cabe señalar la gran influencia que tienen hoy los medios de comunicación, conocidos como el cuarto poder, los cuales actúan como la mejor forma de propagar, engañar y legitimar toda actuación que se le ocurra a la biopolítica, sin medir, ni hacerse responsable de que tanto daño pueda causarle al ser humano. Sin duda, este método, es una de las formas mas efectivas para impactar en la sociedad, en buena parte por la alta credibilidad que estos tienen y, porque no hay la prevención que se daría si fuera un Estado u otra institución la que lo hiciera directamente.

Citas
* Estudiante de Ciencias Políticas, Universidad Pontificia Bolivariana. beatrizcampillo@gmail.com

1. BODIN, Jean. Los Seis Libros de la República (Libro I, Capítulo VIII) Madrid: Aguilar. 1973
2. HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Imperio, Trad. Eduardo Sadier. Ed Harvard University Press. Cambridge, Massachussets, 2000. capítulo I.2 (la producción biopolítica)
3. HOBBES, Thomas. Leviatán (I), Trad. Carlos Mellizo, Barcelona, Altaza, 1994
4. "Creo que tenemos aquí una ruptura importante: mientras que el fin de la soberanía le era implícito, y se trataba de sí misma y de sus instrumentos bajo la forma de la ley, el fin del gobierno está en las cosas que dirige, en buscar la perfección, en la intensificación de los procesos que dirige, y en los instrumentos de gobierno que en vez de ser leyes serán tácticas multiformes” FOUCAULT, MICHEL.“Espacios de poder” Genealogía del Poder Nº 6. Editorial La Piqueta .2ª Edición. Madrid, 1991. (http://www.rau.edu.uy/fcs/dts/miguez/foucaultespaciosdepoder.pdf)
5. “El proyecto Echelon surgió de Estados con la intención de aprovechar la infraestructura de los satélites y hacer un modelo de vigilancia, rastreo y cruce de informaciones en sitios estratégicos de todo el planeta. Los centros de operaciones básicos estaban en Estados Unidos, en Australia y en Inglaterra. A esta red Echelon se han ido añadiendo gobiernos distintos que quieren conformar una gran red de vigilancia vía satélite y vía nodos en tierra.
El proyecto Echelon se supone que intentaba ser una especie de gran panóptico, en el sentido foucaultiano, es decir, un espacio centralizado de vigilancia y control para hacer una tarea de disuasión. Funciona con el principio del panoptismo —al margen de que funcione realmente o no— como vigilancia del fax, el teléfono, los mensajes de correo electrónico, los medios de comunicación...” Martín Mora Martínez, Ciberculturas y psicología social. (En línea)
http://www.uoc.edu/web/esp/art/uoc/mora0602/mora0602.html

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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