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No hay desarrollo sostenible sin niños

jueves, 30 de julio de 2009

No hay desarrollo sostenible sin niños
Autor: Pedro Juan González Carvajal

El título del presente artículo, refleja una verdad de a puño y no puede entenderse como una invitación abierta para incrementar el índice de fecundidad ni mucho menos. El futuro existirá si tenemos humanos en ese entonces, pues de lo contrario, estaríamos trabajando con esfuerzo y construyendo sin sentido.
Sin embargo es necesario entender que la realidad futura dependerá tanto de la cantidad como de la calidad de niños que podamos potenciar desde hoy. Ante la inexistencia de una política demográfica medianamente seria, debemos insistir en que se tengan los hijos que verdaderamente se quieran tener y se puedan sostener, pues la creciente exigencia a partir de los derechos constitucionales, que el ciudadano le hace al Estado, sin que este sea capaz de generar los ingresos necesarios, es una situación que llegará más temprano que tarde, a un punto sin retorno. En cuanto a la calidad, es preciso entender que de acuerdo con las lógicas actuales, se hace impostergable la definición y establecimiento de una objetiva política de familia, pues la reparación de las carencias familiares se está convirtiendo en un costo social y económico insostenible. No pedemos entonces dejar desbordar el índice de fecundidad, pero tampoco podemos dejar deshilar la tela familiar, pues aun cuando hoy se ventila a los cuatro vientos, la necesidad de fortalecer el tejido social, y se invierten esfuerzos, recursos y se proponen estrategias, los resultados apenas se perciben, como se evidencia lamentablemente ante la dificultad que se presenta en nuestro territorio para que la población, a partir de la confianza, se junte y trabaje mancomunadamente en proyectos que les permitan el mejoramiento de su nivel social y económico, a través de figuras como la asociatividad y se aglutinen los esfuerzos bajo cualquiera de las múltiples formas que hoy se conocen. No existen familias sin padres y estos padres de ahora no están teniendo el tiempo necesario para estar al lado de sus hijos cuando apenas crecen y los entregan prontamente al sistema educativo para que los supla. Lo anterior no solamente es real, sino además, completamente válido y legítimo. Sin embargo, este esquema no está dando resultados, los nuevos hogares, que no familias, son desechables y al pobre Estado le cae la responsabilidad adicional de instrumentar programas y acciones para permitir que los padres o madres, solos y con hijos, puedan obtener un apoyo que les permita una vida con menos complicaciones. La inequidad de trato con respecto a las mujeres, que muchas veces tienen que escoger entre ser madres, ser trabajadoras o realizarse como profesionales, obliga a pensar en tratamientos especiales para que las responsabilidades de crianza sean compartidas entre padre y madre y que el hecho de tener un hijo no sea visto como una pérdida de oportunidades de otro tipo. Cuando recién se terminaba el milenio, entre los miles de evaluaciones y especulaciones que se hacían con respecto al anterior y al nuevo, se resaltó por parte de varias instituciones internacionales, que las profesiones que requería con mayor urgencia el nuevo milenio en sus inicios, eran las de padres de familia y de maestros. Un territorio sin base familiar, no tendrá base social y si no tiene base social, no podrá siquiera intentar el superar su pequeñez, a partir de desarrollos locales. Solamente la existencia de familias generará las raíces necesarias para que lo global no arrase con lo local y a partir de ahí, las diferentes actividades locales podrán impulsar a una sociedad de proyectos hacia estadios nuevos de bienestar. Un país donde se tienen muchos de los hijos por deber, ante la falta de una legislación moderna y una postura religiosa comprensible en sí misma pero salida de todo contexto lógico, está sentenciado a las problemáticas que hoy estamos evidenciando y que desbordan cualquier capacidad de respuesta. Un país donde se abusa de los niños, ya por maltrato, ya por que su niñez es superada por las necesidades y la obligación temprana de trabajar, un país donde el abusador en cualquier frente impunemente continúa haciéndolo, no tiene derecho a hablar de futuro. Lo primero es lo primero, y lo primero en toda sociedad que se respete y que quiera presentarse como culta y civilizada son los niños, no solamente por su indefensión, si no además, por el hecho pragmático de que ellos, si los dejamos y si los potenciamos, serán los postas de relevo en este tránsito temporal de los humanos por el planeta. No nos vayamos a equivocar: la unidad familiar en cualquiera de sus formas modernas, es la fuente primera de la formación y maduración de ese proyecto invaluable de la humanidad toda, que son los niños. Una sociedad que no encare con creatividad y firmeza este propósito, fuera de ser insensata, estará cavando su propia tumba.

http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idcuerpo=1&dscuerpo=Sección%20A&idseccion=3&dsseccion=Opinión&idnoticia=11473&imagen=&vl=1&r=buscador.php&idedicion=163

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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