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La verdad acerca del dolor del feto

sábado, 11 de julio de 2009

La verdad acerca del dolor del feto

En el número del 24 de agosto del 2004, el órgano oficial de difusión de la Asociación Médica de EEUU, Journal of the American Medical Association (JAMA), volumen 294, página 947, se publicó un artículo que causó un gran alboroto. Los autores dijeron que los conductos neurológicos del cerebro del feto que permiten “la percepción consciente del dolor” no funcionan hasta después de las 28 semanas de gestación. Decir que ha habido una explosión de críticas es poco. Las reacciones a lo aseverado en el artículo se refieren fundamentalmente a tres asuntos.



Uno de ellos es que, contrariamente a lo que dicen los autores del artículo, los bebés prematuros que nacen antes de las 29 semanas y tan temprano como entre las 22 y las 23, sí manifiestan con toda claridad que sienten dolor, ya que reaccionan a los estímulos dolorosos retirándose y llorando. Un segundo asunto es que el artículo referido no da a conocer ninguna investigación nueva, sino que simplemente repasa algunos hallazgos anteriores. El tercero es que se ha hablado mucho de la parcialización de los autores. Uno de ellos es el director del departamento de medicina del centro de abortos ubicado en el San Francisco General Hospital. Se ha informado que en este hospital se practican anualmente 600 abortos entre el 5to y el 6to mes del embarazo. El otro autor trabajó anteriormente para la organización abortista nacional llamada NARAL, por sus siglas en inglés.



Estos comentarios son válidos y por sí mismos destruyen la credibilidad científica del artículo. Sin embargo, es evidente que sería más conveniente realizar un análisis más profundo del tema.



Luego de leer el artículo con sumo cuidado, me resultó chocante el hecho de que si uno es capaz de cambiar la definición de algo para que concuerde con las propias conveniencias, entonces es fácil demostrar que lo que uno dice es verdad. La clave de la cuestión aquí fue la de cambiar la definición del dolor. Obsérvese que en el artículo se habla de “la percepción consciente del dolor”. Además, los autores definieron el dolor como “una sensación y una experiencia emocional que requiere el estar consciente para ser capaz de reconocer el estímulo como desagradable”. La definición del dolor que dan los autores es simplemente incorrecta.



Si decimos que el dolor es cerebral, si lo definimos como algo que existe solamente cuando están presentes la consciencia y la memoria, si definimos todas las otras reacciones a los estímulos nocivos como meros reflejos que en realidad no causan daño, entonces el artículo tiene mérito. Pero he ahí precisamente la falsedad fundamental del análisis de los autores. Es un hecho que no se requiere el estar consciente para reaccionar ante un estímulo doloroso. Además, ni siquiera se necesitan los hemisferios cerebrales. Los siguientes ejemplos servirán para ilustrar nuestro argumento.



Si usted coloca el dedo sobre un horno caliente, lo retirará de inmediato. Su dedo estará apartado de ese horno caliente antes de que su cerebro registre conscientemente el dolor.

Que ese fenómeno sea un reflejo, no hay duda, pero el hecho de que es un reflejo no significa que no le haya dolido, ya que a su dedo ciertamente le dolió y luego desarrolló una ampolla.



Los bebés anencefálicos nacen sin las partes superiores del cerebro. Todo lo que tienen es el tronco cerebral. Por lo tanto, ciertamente no están conscientes. Algunos de ellos viven algunos días; otros, un poco más. Durante este breve período neonatal, si se les pincha con una aguja o si se mojan los pañales, se ponen a llorar. ¿Sienten dolor? Dudo que haya una madre, un padre o un médico que lo está atendiendo en ese momento que diría que eso no es dolor, porque es obvio que lo es. Consideremos otro ejemplo, el de un feto de tan sólo 8 a 10 semanas de gestación. Si usted le pincha la palma de la mano con una aguja, retirará la mano. También abrirá la boca. Podemos comparar este episodio con el caso de un recién nacido a quien accidentalmente se le clava un alfiler al cambiarle unos pañales de tela. Ese bebito retirará sus nalguitas y se quejará estrepitosamente. Las reacciones en estos tres casos es la misma.



¿Cuál es entonces la reacción neurológica en todos estos ejemplos? Un nervio sensorial lleva un estímulo doloroso de la superficie o de la periferia a una porción del tronco del cerebro, que se llama el tálamo. El tálamo se parece a una pizarra rotativa. Dirige el mensaje del dolor hacia abajo, hacia un nervio motriz. Este nervio motriz va a la palma del feto o a las nalguitas del bebé recién nacido y activa un movimiento muscular de echarse atrás, el mismo que consiste en retirar el dedo de un horno caliente.



Hasta hace pocos años, había una cierta sabiduría convencional en el campo de la medicina que decía que los bebés muy prematuros no podían sentir dolor. Debido a ello, a un recién nacido prematuro lo operaban sin anestesia. En años recientes, una serie de artículos han demostrado con bastante claridad que eso no es cierto. Estos artículos han informado, no sólo que un bebé prematuro (o un feto) siente dolor, sino también que esa personita siente el dolor, incluyendo el dolor severo, de una manera mucho más aguda que un adulto.



La razón de ello es la capa de mielina. La capa de mielina es fundamentalmente un aislante. Se la puede comparar a la cubierta de un alambre eléctrico. Ese alambre recibe una carga eléctrica en una punta y la descarga por la otra, sin que la carga eléctrica se salga de la ruta que lleva, gracias a la cubierta del alambre. Los nervios periféricos de los niños más grandes y de los adultos están cubiertos por la mielina, de manera que llevan el estímulo de una punta del nervio al tálamo sin impactar los tejidos por los cuales pasa. Ello ubica el dolor allí donde el estímulo nocivo tuvo lugar. Ahora se sabe que un feto grande y que los bebés prematuros no tienen esta capa protectora o, si la tienen, su desarrollo no se ha completado todavía. Debido a ello, el estímulo doloroso no sólo se siente allí donde ocurrió, sino probablemente también a todo lo largo de la fibra del nervio expuesto. Si ello es así, entonces ese pequeño ser humano siente un dolor mucho más agudo que el niño más grande o el adulto que reciban el mismo estímulo doloroso.



Citemos a algunas autoridades en este campo. La Dra. Jean Wright, de la Universidad de Emory, ha afirmado: “Los bebitos de 23 semanas de gestación reaccionan al dolor de maneras altamente específicas, así como fisiológica y conductualmente coordinadas, similares a las de los bebitos más grandes”. Blechschmidt ha declarado: “A las siete semanas de edad fetal, se crispan o viran la cabeza para alejarse del estímulo con el mismo tipo de maniobra que se puede observar en todas las etapas de la vida”. Matviuw ha dicho: “A las 13 semanas, la respuesta orgánica fetal al dolor es más que un reflejo. Se trata de un intento fisiológicamente integrado de apartarse del estímulo nocivo.”



Pero, ¿no es cierto que el bebé no nacido no puede decirnos que siente dolor? Esa es una buena pregunta. Pero hay una respuesta. El dolor se puede detectar cuando los receptores del dolor descargan impulsos eléctricos en la espina dorsal y el cerebro. Disparan impulsos que les comunican a los músculos del cuerpo que reaccionen, como se ha indicado arriba. Estos impulsos se pueden medir. Además, los cambios en los latidos del corazón, los movimientos fetales, así como los movimientos del recién nacido prematuro, también sugieren una reacción al estímulo doloroso.



Más recientemente, en EEUU, el Tribunal Federal del Distrito del Sureste del Estado de Nueva York recibió una serie de extensos testimonios de expertos en este campo, unos que están de acuerdo con que los bebitos no nacidos pueden sentir dolor y otros que no durante la práctica del aborto “de nacimiento parcial”. En su testimonio, el Dr. Kanwaljeet Anand explicó que los fetos sufren un dolor severo durante los procedimientos de aborto. Este testimonio no fue cuestionado por nadie.



Uno de los que defendió el controversial artículo de la revista JAMA fue el Dr. David Grimes, quien hasta hace poco era el jefe del departamento de ginecología y obstetricia del mismo San Francisco General Hospital en el cual trabaja uno de los autores. Grimes, junto con el Dr. Cates, practicó abortos en el segundo y tercer trimestres en Atlanta, capital del Estado de Georgia. Cates fue el autor de un artículo en el que sugirió que el precio de un aborto tardío se calculara según la longitud del pie del feto. Desde entonces, Grimes se ha convertido en un conocido defensor del aborto sin restricción alguna.



El Acta para Informar acerca del Dolor del Niño No Nacido, que se ha propuesto en el Congreso de EEUU, exige que a la madre que se va a someter a un aborto se le diga que un aborto tardío le causará dolor al feto y que, por lo tanto, éste necesita anestesia. Es evidente que el propósito del artículo de la revista JAMA es descarrilar la aprobación de este proyecto de ley. Considerando todo lo que hemos dicho aquí, tenemos la esperanza de que el intento de los autores sea contraproducente y de que este proyecto de ley sea aprobado.

Fuente: Vida Humana Internacional

Nota

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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